BIENVENIDA AL REINO DEL ALUMINIO ARDIENTE
Freddy Ortiz Nishihara
(Sucedió en Octubre de 1990 en Nishi Shi- Japón)
Mientras decenas de cuervos negros de todos los colores croaban y se posaban por doquier en esta campiña muy verde junto a los cultivos de maíz y de arroz, para observarnos cual extraños intrusos en sus tierras, los gatos pasaban por nuestro lado, haciendo tintinear sus collares de aparente color oro.
Como marco del Japón desconocido de carne y hueso que nos esperaba, el nuevo día se reflejaba con un tenue sol, cuyo brillo nos hacia sentir un renovado optimismo en nuestros corazones, obligando a desterrar toda mala idea, como algo que era cuestión de vida o muerte para cada uno de nosotros.
Hoy sería el primer día de trabajo en estas tierras de los ancestros y debíamos estar preparados para entrar en acción en la empresa de fabricación de autopartes “Heikikai koki”, cerca de Nagoya (Prefectura de Aichi Ken) el día anterior los dos japoneses de enlace desde nuestra llegada al aeropuerto internacional de Narita, nos visitaron y me hicieron traducir que todos debíamos estar en pie a las 6.30 A.M, para preparar el desayuno y no demorar la salida en los buses de la empresa.
Desde temprano me encargue de despertarlos, tocando puerta por puerta y de recordarles su deber, todo el mundo parecía entusiasmado y listo para salir a jugar con las computadoras y robots imaginarios que constituirían su idealizada visión de trabajo en el Japón de los noventas, suponiendo que en el país del sol naciente todo estaba automatizado, por ser un país desarrollado y líder en tecnología.
“Yo voy a ser gerente carajo voy a dominar, este país” decía Carlos, destacando su estatura de 1.80 o más y el color de su piel pálida, mientras compartía una sonrisa inacabable y demasiado soberbia con su esposa Sonia, quien lucía en su cabeza ese eterno sombrerito de copa, que descubriría luego que guardaba un secreto, extraño en una mujer joven, pero que no me haría nunca perder el respeto por ella sino apreciarla más.
“Aquí el billete se hace solo di?, las maquinas trabajan solitas…solo tienes que sentarte a esperar que el robot termine su trabajo…concha de su madre!, no es como en Perú” Dijo el supuesto Nomura con una sonrisa que delataba su origen en algún peligroso arrabal de la norteña ciudad de Trujillo
El gato Ishikawa, quien como alguno de nosotros que éramos una minoría parecía no haber comprado un apellido, por sus rasgos de descendiente verdadero, solo sonreía silencioso con la cabeza gacha, quizás presintiendo algo diferente a lo prometido por los contratistas japoneses.
De pronto fueron apareciendo en el horizonte las siluetas de dos camionetas Toyota de color blanco, que silenciosamente se estacionaron, descendiendo de ellas los dos uniformados nipones que de ahí en adelante serian nuestros guías, amigos y también en algún momento nuestros adversarios o enemigos mas terribles.
“! Traduce…traduce!, diles que nos vamos rápido…no es un paseo!” me dijo observando con su mirada de águila Kamiya san, el mas delgado y veterano en ese Japonés jerguero y veloz que halle en estos Lares
Mis compatriotas me miraban como intentando traducir lo que me había dicho, con sus ojos demasiado abiertos que denotaban un espíritu provinciano, presente en muchos capitalinos.
Cuando contaron el numero de trabajadores que debían conducir, se dieron cuenta que faltaba la pareja de los Fuchida…..me miraron con cierta rabia, pensando que no había cumplido con su encargo de pasarles la voz a todos, pero fingieron porque sabían que nos necesitaban y a mi en particular como el único que les entendía para mover a esta gente que hablaba en una lengua que nunca habían escuchado ni hablado ellos en su vida dentro de esta provincia japonesa de Aichi Ken.
“Diles a los que falta que se apuren
! vamos no hay tiempo!” me dijo el gordo de Mori san, el mas alto y relleno como un sumo
“¡Sr Lucho, Sra Gladys nos vamos!” les dije a todo pulmón y entonces ellos salieron como peleados entre si de una de las habitaciones y abordaron dos vehículos diferentes, parecían haber tenido una discusión, a veces me pregunto si tengo ese don de entender a las personas por un gesto, una mirada o sus simples movimientos
“ por favor rápido…Suban cinco por camioneta…no lleven comida, allá se la darán a la hora de almuerzo en el comedor” traduje al Español lo que decían los japoneses, esforzándome de hacerlo al ritmo muy rápido de ellos
“ Todos los días deben estar listos a tiempo para no llegar tarde…les darán una bicicleta a cada uno para que puedan desplazarse para que se movilicen por si mismos, solo hoy día les hemos venido a visitar y recuerden que deben salir a tiempo, traduce Nishihara san!” Concluyo Kamiya, mientras me palmeaba.
“Diles también que hoy les presentaremos a los jefes, se les instruirá sobre las normas de trabajo, convivencia y seguridad en la planta, deben estar muy atentos, porque se les dará una lección para que manejen las maquinas de elaboración de piezas de automóviles…diles que el trabajo es muy bueno y estarán bien”. A su costado Mori san, parecía contener una carcajada
Así se los traduje inmediatamente al Español y luego abordamos las dos van, sonriendo y bromeando a todo dar con el espíritu de los colegiales que van la escuela el primer día, mientras la bella campiña japonesa nos pintaba de un verde esperanza el alma, pues todos los lugares por donde pasamos invitaban a quedarse a dormir junto al río aquel lleno de peces de colores y gansos oteando el horizonte Pero los Fuchidas se mostraban fríos y distantes entre ellos, ahora después de muchos años lo logro entender con una confesión que me hizo uno de ellos, después de mas 20 años .
Hasta que comenzamos a divisar un gigantesco complejo industrial que con las letras kamllis, hiraganas y katakanas, escritas junto a aquella cruz verde parecían darnos la bienvenida en ese día de octubre de 1990 que aun recuerdo
Cuando los carros se detuvieron en el estacionamiento y los japoneses sonrieron con un gesto demasiado amable para ser verdadero
“ Yoshi.cochi desu….Mimna san basu o orite kudasai hayaku! (bien…aquí es…todos bajen del bus…rápido) me pidió traducir Kamiya san a todos
Todos bajamos sonriendo y desplegando nuestras ilusiones, mentalmente preparados a enfrentarnos a las maquinas de fantasía suponíamos existían y nos esperaban dentro, pasando el umbral, como en las modernas plantas japonesas, tal como vimos en los documentales.
Todavía siento esa sensación de esperanza al entrar a las oficinas administrativas y ser recibidos por los ingenieros de planta e ingenieros, las sillas y muebles que parecían ser un puesto de mando y las pizarras alrededor con símbolos de producción, números e ideogramas del alfabeto japonés.
El jefe de la planta me pidió preguntar por las tallas de los trabajadores en camisas pantalones y zapatos así se los pregunte y me respondieron.
Cuando fueron trayendo los uniformes, vimos que eran color caqui, además de otras piezas adicionales y muchos se preguntaban si era muy frío adentro y debíamos abrigarnos tanto.
“ que es esto para que utilizar zapatos de acero que pesan una cagada!” dijo una de los supuestos “Nomura”, sintiendo el peso de las botas industriales de acero que debíamos utilizar.
En un momento determinado contratistas e ingenieros salieron dejándonos solos en los ambientes, entonces percibí un extraño movimiento de aquellos “hermanos”, quienes se colocaban corbatas que traían escondidas en los bolsillos y corrían de un lado a otro de estas oficinas
“ya pe carajo, ahora voy para allá, toma la foto” dijo uno de ello y se sentó en el escritorio del jefe, mientras el otro registraba la escena en su cámara.
Luego se coloco en la pizarra y agarrando el puntero le pidió una nueva foto
“! Ya huevon has quedado como un gerente en Japón!” dijo el otro
“Así cuando me pregunten concha de su madre, donde estuve, pues como gerente en Japón, trabajando”, dijo, mostrando su sonrisa de malandrín.
“ Por favor respetemos el orden señores, estamos en una empresa de Japón, ya vuelven los jefes” les dije un poco alterado, pero tratando por vez primera en el mismo nivel a estos antisociales, la Sra. Fuchida les llamo mas la atención con groserías y gestos muy chalacos, mientras los demás se reían o adoptaban una actitud de indiferencia…..en ese momento se abrió la puerta y todos corrieron a las sillas donde nos habían ubicado en un inicio, pero el Jefe de planta me interrogo sobre lo que estaban haciendo, porque los veía extraños, solo le respondí “curioseando señor, ellos no conocen mucho de las plantas y su trabajo” y el solo atino a sonreír con su metro ochenta y su cuerpo atlético.
“! Entramos en cinco minutos que se cambien allá todos los hombres!” señalo al servicio higiénico de los hombres- “allá las mujeres, vamos traduce rápido!”, indicando con la otra mano una oficina cerrada y vacía.
Todos corrimos y nos pusimos los uniformes y los sobretodos además de las botas de combate.
“Dile al japonés que estamos listos para ir a la guerra” me dijo José, el esposo del matrimonio Fuchida.
Entonces el japonés, nos miro profundamente y con un gesto que mostraba ingenuidad y lastima por nosotros y pronuncio una sola palabra “síganme”, mientras caminaba a una entrada que parecía una puerta al otro mundo, aun lo recuerdo a pesar que han pasado muchos años, levanto con su guante blanco una cortina verde olivo y sentí la sensación de entrar al campo oscuro que recorría el tren fantasma en mi niñez, pero que esto iba ser verdad y no íbamos a salir ilesos en cuerpo y/o alma, en realidad era la puerta al infierno.
De pronto una ciudad metálica fantasmal, que siempre seria eternamente nocturna se abrió frente a nosotros. Solo luces artificiales iluminaban aquella enorme planta industrial, selva de maquinarias y equipos encerrada por unos gigantescos muros equivalentes a 5 o mas pisos de un edificio, lo que la hacia semejante a una prisión al tiempo que el calor mas elevado jamás soportado de 50 o 100 grados centígrados en el ambiente se impregnaba terriblemente en nuestra piel y quizás nuestras almas, junto a aquel olor de aluminio y acero fundido y quizás algo de carne humana, como lo entenderíamos después con la nuestra propia ; los fuegos ardientes como volcanes lanzados al aire por todos lados. Las maquinas de todos los tamaños como cazas de combate estacionados en tierra, operaban sus brazos mecánicos robóticos para abrirse y cerrarse, mientras sudorosos operarios, presionaban botones, manipulaban palancas, cogían con alicates, martillaban y colocaban en canastas las piezas automotrices para la Toyota. Otros no paraban de gritar subiendo y bajando piezas de aluminio con mucha prisa. Los aparentes jefes o supervisores (por una, dos o tres rayas en los gorros) miraban relojes y planos incansablemente y también apresurados entraban cada cierto tiempo a martillar, reparar o soldar en los puestos de trabajo. Los vehículos montacargas pasaban a toda velocidad casi atropellando a quienes circulaban entre los pasadizos.
Nuestros rostros cambiaron y estaban sintiendo el pánico mas terrible, pues nunca jamás imaginamos venir a este lugar de locura, donde el trabajo era a cien por hora, en medio del calor mas terrible que abrazaba nuestra pieles, entonces el japonés se dirigió con una sonrisa de jefe a todos nosotros transmitiendo confianza y energía, para calmarnos.
“Es el primer día, todo se aprende, es sencillo ¿entienden? Yo también estuve como ustedes”
Viendo que no variaba la expresión o lenguaje de nuestras miradas y cuerpos se impaciento, alzando las manos pregunto “Que pasa, están bien? Tradúceles!”
“! Si señor!” respondí entre confundido y temeroso, parecía hasta que estaba olvidando el idioma japonés en medio de ese ambiente de ruidos infernales por todos lados que no te dejaban escuchar claro nada. Recordando mis tiempos de dirigente estudiantil, al iniciar un mitin con la gente apática, me dirigí a ellos
“ Amigos, amigas, todos hemos venido a cumplir una meta, trabajar duro para ganar, ahorrar y volver a Perú, todos demuestren que empiezan con optimismo, vénzanse a Uds. Mismos, se que no es lo esperado, es la realidad, el japonés desea vernos motivados, podremos dominar esto, solo deben decir SI LO PODEMOS …GANAREMOS! VOLVEREMOS COMO TRIUNFADORES A PERU! Cuídense, somos un equipo si precisan algo me tienen para traducir” me emocione tanto y mi corazón se abrió totalmente con una sonrisa mezclada con algo de llanto escondido, todos empezaron a sonreír y abrazarme.
“! Te vas con el Jefe Saito primero! interrumpió gritando el jefe – y les traduces a estos 5, como operaran sus maquinas OK? luego llevas a los demás adonde el segundo jefe Inoue y haces lo mismo!”
Me fui con los diez marcando el paso en columna de uno, el piso estaba lleno de lodo negro mezclado con restos de aluminio, nuestras botas nuevas se mancharon en un instante, hasta que llegamos a la unidad de trabajo de Saito, quien les saludo, dándoles la bienvenida, mostraba en sus gestos rudeza y perfeccionismo absoluto al mismo tiempo. Luego me pidió escoger a uno y dirigirlo a una maquina que parecía una torre de mando con muchos botones, así lo hice, comenzó entonces una veloz instrucción de cinco minutos, fue lo mas rápido que he podido ver en toda mi vida, me faltaban palabras, tenia que correr con los términos y forzarme en traducir, pues era vital conocer los 20 comandos de la maquina, el uso del robot y lo que debía hacer con las manos y el martillo, como abastecer de combustible el motor y como reparar de ser necesario, hasta ahora me pregunto si pensaron que éramos como ellos.
Así lo hice uno por uno por cada persona con relación a la maquina asignada hasta que termine con los hombres, estaba tan mareado y confundido por el ritmo de esta labor que nunca me fue remunerada felizmente para el lado de las mujeres había una compatriota y varias argentinas que hablaban Español
Entonces finalmente y como ultimo acto me dirigieron a mi hacia la maquina mas antigua y peligrosa existente, pensando quizás que como hablaba japonés podía afrontar el reto tan difícil que no se lo dieron a los otros, calculo errado, porque ser hábil con las palabras no significa también ser hábil con las manos y de pronto me halle allí al lado de ese enorme monstruo metálico, color verde metálico que iba a ser un silencioso y terrible compañero de mis dolores y desventuras durante mas de un año… y también me las iba a causar
Aquel nipón no se dio cuenta del cansancio realizado en mi labor como traductor e inmediatamente comenzó a explicarme rápidamente todo sobre los treinta botones del tablero escritos en ideogramas kamllis, haragana y katakana.
Queriendo demostrar ser rápido como ellos, con un falso orgullo y temor conjugados a la vez. No pregunte sobre muchas cosas que debía y calle. El supervisor de apellido Ono, una gran persona que llegaría a estimar y recuerdo mucho, me dejo confiando en que al hablar el idioma, estaría bien en el puesto palmeándome y sonriendo se alejo diciéndome “bien, tu podrás…ya regreso”
Me sentí atado inmediatamente a la responsabilidad y comencé a operar la maquina, en mi mente resonaban las palabras de mi madre : “ siempre ojo y oído hijo”, no se cuanto tiempo pasaba, pero el olor del aluminio liquido y el calor de mas de 60 grados centígrados conjugados me comenzaron a marear y quería vomitar todo, pero la maquina no paraba de arrojar sus piezas al rojo vivo y soltando humo al roce con el agua de las mangueras que se habían instalado para bajar inútilmente un poco la temperatura, lanzando mas bien sobre nuestros rostros ese vapor ardiente que torturaba nuestra piel cada cinco minutos y en medio de toda esa confusión debía seguir recordando los botones claves para operar la maquina.
En un momento determinado los controles empezaron a mostrar un giro inesperado, que indicaban algo extraño, entonces porque Dios siempre fue mi guía en momentos difíciles y guiado por el instinto, salte de la maquina, justo cuando esta comenzó a lanzar proyectiles ardientes del tamaño de piedras de un volcán en estallido. Me desconcerté en ese momento no supe que hacer, era mi primer día y me habían colocado en un área aislada. Corrí y me aleje de la maquina mientras ello sucedía e iba a llamar a los jefes, todo se tranquilizo repentinamente y pensé que todo había pasado, para tomar otra vez los controles, cuando de pronto se produjeron dos estallidos mas, una esquirla de aluminio ardiente me alcanzo en uno de los pies, perforándome la bota, sentí la quemazón mas profunda, que te perfora, carne, músculos y huesos. Me retorcí por unos instantes de dolor, pero cuando sentí que las cuadrillas venían junto a grupos de japoneses con el jefe de sección y mi instructor. Decidí antes que vinieran a mi que debía aparentar que no me había pasado nada, de lo contrarío me subían a un avión y me volvían a Perú como deudor, debiendo asumir ello mis padres, yo no lo podía permitir, nunca acepte que otros asumieran obligaciones mías y menos ellos. Me erguí como pude y me comí mi dolor
“¿que paso Nishihara? Todo este bien
“¿Estas bien…no estas herido?”
“si estoy bien….no me paso nada señor”
“ Jontoni? Shinjirarenaiyo….Uso desu” ( de verdad?….es falso!) dijo uno de los jefes, quizás desnudando mis movimientos y sonrisa actoral que disimulaba una quemadura grave en el pie.
“Shinjite san….iii desu, watashi ni mite…” (Créanlo…estoy bien…mírenme) les dije sonriendo, mientras el dolor mas terrible me invadía por la quemadura de tercer, cuarto o quinto grado y sangraba por debajo de lo que quedo de la media)
“Anda descansa allá un rato” me dijo el jefe, señalando un punto a dos metros donde había una banca, sabia que era una prueba para observarme y entonces puse mi mejor talento histriónico, aprendido en aquel grupo teatral dirigido por Víctor carranza en Lima, fingiendo totalmente que debía actuar como si estuviese mas que sano completamente para que no se dieran cuenta, pues los japoneses son muy observadores
Me senté bebí un poco de te que me ofrecieron y luego de diez minutos que se convencieron de mi aparente buen estado de salud, volví a mi puesto, actuando como nunca antes, fingiendo mas dinamismo.
Desde ese momento debí caminar, subir y bajar las enormes moles industriales, permanecer horas de horas como un robot humano, recibiendo las pesadas piezas ardientes que salían del vientre de la maquina, soportando en el rostro y las manos la tortura de la temperatura ardiente del vapor, al cogerlas con el alicate al rojo vivo y martillar rápido para sacarle los relaves colocándolas con el gran esfuerzo final en los depósitos metálicos, mientras el terrible dolor en el pie herido combinado con el calor provocado por el fuego ardiente me hacían tambalear. Además de cuando en cuando alguien llamaba y debía estar preparado para correr de ser necesario para llevar y traer repuestos o ir a apoyar en alguna traducción, teniendo como marco el maldito olor a aluminio.
Al final del día con ese pie hinchado debía entrar a las duchas y al Ofuro caliente y ahí es donde debía disimular y esconder como sea la quemadura para que no se diesen cuenta, porque ellos tenían la costumbre de bañarse todos juntos en el mismo ambiente, mirándose de reojo, en los espejos, ello era mas terrible y doloroso que soportar la propia quemadura, pues el ambiente estaba lleno de japoneses, peruanos, brasileros y chinos o malayos. El corazón me palpitaba y debía procurar poner ponerme una banda elástica y si preguntaban les decía que era un corte y no el hueco abierto por el aluminio que llegaba al hueso
Para retornar al apato (apartamento) debía abordar la bicicleta y pedalear, sabia que dolía mucho, parecía que el pie se iba a abrir por el estiramiento de ese trozo de carne chamuscada e infectada durante los 20 minutos a media hora que nos tocaba llegar hasta el lugar que nos habían designado Un día dicha sensación se profundizo mas añadiéndosele un calor e hincón profundo extraño en el pie y comprendí que estaba empezando una gangrena, sin siquiera verme la herida, llore mucho a solas, lamentando este coraje estúpido, por el cual debería volver sin un pie o sin una pierna, pero ningún compatriota se enteró, además solo tenía conflictos con muchos de ellos que hurtaban mis cosas personales, especialmente los alimentos, eran peores que enemigos, solo confiaba en algunos agradecidos amigos que demostraron lealtad y agradecimiento por lo que hice para traducirles gratis o ayudarlos de otro modo.
Un día alarmado por el color entre negruzco y morado que iba tomando la pierna, observé bien la herida en un lugar oculto, donde nadie pudiese verme e informar a algún japonés y entonces descubrí de manera extraña la nueva vida que surgía en mi piel, eran decenas de gusanos entre blancos y amarillentos que sacaban sus cabezas de la herida cual pajarillos del nido de un ave cuando van a ser alimentados por la madre. Me sentí derrumbado, pero inmediatamente actúe y en medio del llanto silencioso recordé las palabras de mama
“cuando estés solo, si no tienes alcohol ni medicinas, agarras agua bien hervida y la colocas en la herida…soporta, eso matara a los microbios, muérdete los labios”
Así lo hice durante varios días y noches en forma muy personal, alejado de todos y finalmente le gane la guerra a esta infección, sin medicinas, ni descanso alguno; tanto ore a Dios que creo, fue un milagro. Pero no sabía que este era solo el primer bautismo de fuego y sangre que debería afrontar en este mí paso por el archipiélago de los ancestros, aun me esperaban varias pruebas similares, a la vera de este camino lleno de sorpresas y vértigos por doquier.
Solo puedo añadir que ese primer día del accidente secreto que sufrí, cuatro de los compatriotas que llegaron conmigo a trabajar hasta las ocho de la noche huyeron a las cinco P.M. de la fábrica invadidos por una mezcla se sentimientos que iban desde el horror conquistando sus mentes, el falso presentimiento de la muerte en la sucursal del infierno o al cansancio profundo, al sentir un ritmo uniforme casi infinito en medio del peligro ardiente. Quizás no quisieron intentar ser robots humanos por primera vez en sus vidas. Esta había sido la bienvenida que nos dio el aluminio ardiente en aquel lugar llamado Nishio Shi cerca de la ciudad de Nagoya en el otoño de 1990, en el año del caballo.