MAESTRO DEL ACERO
De pronto el rostro rechoncho apareció sonriendo tras las sombras metálicas de la vieja máquina de fundición marca Toyoba, su figura resplandecía a cada paso que daba en aquel gigantesco ambiente, que parecía la sucursal del infierno en ebullición por todos lados. Su figura resplandecía tras esa apariencia de guerrero en rápido desplazamiento sus piernas extremadamente. Arqueadas simulaban a las de un jinete desmontado bamboleándose rítmicamente con el pañuelo ajustado como una vincha ceremonial sobre la frente. Parecía muy interesado en proyectar toda la confianza de que era capaz inspirar en el nuevo extranjero. Esperando en la penumbra. Este era un dekasegui trabajador temporal migrante de mediana edad estrenándose aún en su uniforme y quepi azul marino reluciente, sin pizca de grasa. Su mirada brillaba desesperadamente como la de un pájaro recién capturado, El encuentro de dos mundos distanciados por el tiempo y la geografía, pero provenientes de la misma raíz, se estaba iniciando.
El dekasegui comenzó a observar todo cuanto había a su alrededor, como un recién llegado al infierno o al cielo que tantos añoraban en su país natal y por el que serían capaces de hacer cualquier cosa para conseguir el visado , intentaban hacer volar su imaginación para poder penetrar la incertidumbre que le creaban sus dudas sobre las noches que le esperarían en este mundo cerrado de inmensas paredes, charcos de aceite. Enormes maquinas resoplando humo ardiente sobre los rostros de todos los operarios que tenían las toallas empapadas y las exprimían cada minuto en el suelo, como si las hubiesen mojado en algún gran recipiente de aguas malolientes.
Estaba concentrado en su contemplación y en sus pensamientos entrelazados , cuando otra figura. Una de dos barritas en un quepí blanco se acercó al otro con voz de mando y cosas ininteligibles para su imperfecto japonés de nikkei.
Solo se le grabo la palabra setto que luego entendería en su verdadera dimensión. Como algo relacionado a la instrucción que debería recibir para aprender a manejar los treinta y pico de botones de la vieja Toyoba escritos todos en caracteres kamllis chinos. La noche empezaba a sentirla fría, más que todo interiormente. En un momento determinado todas las siluetas y sombras humanas a su alrededor comenzaron a movilizarse y a colocarse sincronizadamente en su propio aparato como si salieran a una gran misión de combate , mientras una melodía a ritmo marcial parecía motivarle a seguir ese ejemplo, contagiándose de algunas sonrisas y bromas de los que iniciaban la faena . En ese momento la sirena más profunda. Y cercana que alguna vez escuchó en toda su vida le pareció como una bienvenida a este nuevo hogar de acero y vapor ardiente.
El instructor encendió la mole metálica con quien le tocaría a partir de entonces compartir sus días y noches, mientras observaba anonadado el veloz desplazamiento de esos dedos agiles sobre los numerosos botones marcados con caracteres indescifrables para un simple nikkei como él.
A un solo ritmo de estruendos y chirridos, todo el complejo comenzó a rugir entonces.
El hombrecillo volteo el rostro con una sonrisa y movimientos de cabeza que procuraban decirle “Yo sé que tú podrás” y mezclando su cantarín japonés con un pésimo inglés le dirigió la palabra animadamente, el reacciono procurando memorizar cada uno de sus movimientos así como las frases del japonés rápido que utilizaba, para no quedar mal.
Los ojos rasgados fijos tenían algo en común, pero miraban diferente. Quién sabe de allí en adelante mucho los uniría, pero también los separaría en aquellas noches de insomnio. El viejecito sonriente y aquel joven preocupado serian el maestro y su alumno en el arte de fundir las piezas para los más modernos vehículos que estarían circulando dentro de muy poco por autopistas de los cinco continentes con el rótulo de Made in Japan; mientras tanto alrededor de la noche se transformaba en madrugada al ritmo de los moldes de aluminio forjando piezas grandes , medianas y pequeñas que caían sincronizadamente y programando el tiempo sobre la faja transportadora. Hoy llegó un nuevo nikkei ,el encuentro se había iniciado con una palmada y una frase que calo para siempre en su alma.
“¿Estas listo para la lección? Aprende si quieres regresar bien al Perú ¿entiendes?”